Se habla mucho de la ingenuidad yanki, tanto que nuestra pluma europea –cansada, vieja-, se detiene a veces en el momento del ataque. ¡Es tan encantador ser ingenuo! El encanto que a uno le falta por completo. Esa ingenuidad deliciosa que detiene la crítica y paraliza al combatiente, es, muchas veces, la salvación del joven pueblo norteamericano, la ineducación graciosa y falta de picardía nos han llegado a parecer agradables.
Como su afán de notoriedad primitiva codicia de heroísmo. Teniendo, como tienen, en sus manos, el formidable instrumento de difusión que es el cinema, a él han trasladado todas sus ambiciones de gloria creando una especie de épica cinematográfica, tan falsa como divertida, en sus gigantescas superproducciones de tema guerrero, basadas en la oportunista y tardía intervención de sus soldados en la gran guerra.
Por las disputas de dos sombras –Foch y Clemenceau-, que se pelean sobre millones de tumbas donde está enterrada toda una generación europea que no tenía que ver nada con la diplomacia ni con las rivalidades entre un general pretencioso y un político duro y sanguinario, que hubiera preferido vivir a ser objeto de brillantes párrafos de un libro o elocuentes frases de un discurso parlamentario. En el tiroteo Foch–Clemenceau –nunca tan mortífero como el cruzado entre las trincheras-, se prueba claramente que el ejército norteamericano no combatió apenas, lo que no es obstáculo –y aquí viene la ingenuidad-, para que los productores de los estados Unidos nos hayan inundado de películas en las que se cantan los heroísmos y proezas de su ejército en los campos de batalla del frente Oeste. “El Precio de
Por inofensiva, es fácilmente soportable esta fiebre juvenil de glorias militaristas. Pero los temas de la guerra mundial ya estaban agotados y era preciso continuar la serie de epopeyas cinematográficas. Y el Cinema Iñaki pretende ahora explotar otra mina de asuntos con la lucha que sostienen sus ejércitos opresores en contra del general Sandino y los bravos rebeldes nicaragüenses. Lucha la más injusta y feroz que registra la historia, sólo comparable en monstruosidad a las guerras de conquista de
Cuando el ser humano debe sonrojarse ante tan brutal atropello cuando las violencias que ejecuta el capitalismo norteamericano en la infeliz República hermana debían ser ocultadas como un vergonzoso delito, se lanzan lis cineastas de Hollywood a fabricar películas que registran sus crímenes para difundirlos por el mando, manchando la albura de las pantallas cinematográficas.
En España se está exhibiendo ahora un film en el que se ofrece el lamentable espectáculo del “heroísmo” norteamericano avasallando la resistencia de los héroes auténticos que combaten a las órdenes de Sandino, un hijo de la raza que resucita las grandezas y la bravura indómita de otros tiempos. En la película se pretende hacer pasar por valientes a unos aviadores que provistos de bombas potentísimas y ametralladoras ultramodernas, se permiten el lujo de asesinar desde el firmamento a unos hombres casi indefensos por estar armados de viejos fusiles y pistolas inservibles y que además, son nuestros hermanos.
Esto ya no es ingenuidad, ofrecer esos crímenes como actos heroicos pasa las fronteras del infantilismo. Es inconciencia brutal, falta absoluta de sensibilidad, de conciencia y de normas morales. No nos explicamos como se ha permitido su proyección en los mismos Estados Unidos. Entra uno en deseos de creer que, en el fondo, esa película documental tiene la intención de convencer a todas las personas sensatas de Norteamérica que debe de acabar esa guerra absurda y horrible.
En los cines españoles se ha proyectado el film con grandes mutilaciones y excluyendo casi totalmente lo que tiene de documental de la lucha. Sin embargo, en los trozos culminantes, más adivinados que vistos, se oyeron las protestas de caracterizados elementos liberales y de personas que admiran el temple indomable del héroe hispanoamericano, acaso el revolucionarios más interesante de nuestra época.
Escrito de Fernando G. Mantilla. España 1930. 1º de junio
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